En general el servicio es malo para un hotel de ese precio. El personal se encuentra mal capacitado y la atención es mala en todos los sentidos. Los alimentos son bastante regulares, me esperaba algo considerablemente mejor.
La limpieza en las habitaciones es nula. Apenas entran a hacer la cama pero no son para recoger un cenicero de la terraza o una botella vacía en todo un fin de semana. Hay telarañas en la regadera y todo tipo de suciedades que parecen no haberse lavado en años.
El lugar es muy especial, principalmente por la playa en la que se encuentra, pero las instalaciones y el servicio no dejan de ser decepcionantes.
Reservamos para cenar en su nuevo restaurante Omakase, que por cierto no es nada del otro mundo y para el precio que cobran por persona resulta sobrevaluado, y nadie fue para explicarnos con detalle cómo llegar (está como a 400 mts caminando del hotel) ni para decirnos que estaban arreglando el letrero, era de noche y acabamos regresando al hotel perdidos y retrasados, sólo para que un empleado que luego admitió no saber exactamente dónde estaba el restaurante nos diera nuevamente unas indicaciones incorrectas. Finalmente, llegamos 25 minutos tarde a la cena, que ya había empezado, para que todavía nos reclamaran la tardanza.
Intentamos reservar una clase de yoga pero por lo visto no hay horarios disponibles, aún y cuando ningún huésped tomó clases. Parece que más bien lo publican pero no tienen realmente el servicio.