Es fácil enamorarse de los mercados de Palermo: calles laterales bañadas por el sol llenas de limones tan brillantes, ricotta tan cremosa, alcaparras a raudales y, no lo olvidemos, comida callejera como en ningún otro lugar. Los vendedores en el mercado de Ballarò aúllan, compitiendo por la atención de los compradores hambrientos desde mesas repletas de pulpo recién cocido y parrillas humeantes cargadas de despojos. Puesto tras puesto ofrecen un cono de papel de mariscos crujientes rebozados y fritos, pero también puedes sentarte a disfrutar de un plato de caponata de berenjena casera, salpicada de piñones y pasas. Si un corte grueso de pez espada a la parrilla no te tienta, entonces continúa, probablemente haya un hombre sentado en un cubo volcado pelando erizos de mar frescos a la vuelta de la esquina.