La ubicación es inmejorable, justo al lado de la plaza de San Marco, y como tal, toda la decoración es del siglo XVIII. Aunque no es nuestro estilo, no tengo queja al respecto, salvo porque algunas instalaciones no acaban de funcionar del todo bien, la calefacción era difícil de controlar y también la temperatura de la ducha, que cambiaba de frio a calor al gusto. Aunque la foto del hotel da al canal, las vistas daban a un precioso muro. Solo hay ascensor hasta el piso 2, con lo que la gente que tiene problemas de movilidad o lleva grandes maletas es algo incómodo (por suerte no era nuestro caso).
En cuanto al personal, aunque muy serios, amables y correctos, ninguna queja al respecto.